Por Ana María Muñoz
10 de noviembre de 2023.- Si tuviésemos que enumerar todos los inventos científicos que han permitido a la humanidad desarrollarse y construir mejores horizontes, la lista sería interminable. En cierta forma, cada uno de los objetos que se han creado a lo largo de la historia han permitido a los seres humanos subsistir y mejorar diversos aspectos de nuestras vidas.
Sin embargo, muchas de estos inventos no fueron creados con esas intenciones. Existe un extenso historial de casos en los que la motivación detrás de estas invenciones fue ganar alguna guerra. Un ejemplo es el Internet. Aunque la versión que conocemos y usamos en la actualidad ha pasado por muchos cambios, una de las ideas que la originaron surgió durante la Segunda Guerra Mundial. Fue desarrollada por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA) del Departamento de Defensa de Estados Unidos, la nombraron ARPANET y su objetivo fue almacenar y conectar información militar secreta a la que se podía acceder desde distintos lugares del país.
Algo similar ocurre con el GPS (Sistema de Posicionamiento Global) también desarrollado por Estados Unidos en 1960, durante la carrera espacial de la Guerra Fría. Aunque surgió como una estrategia militar de navegación satelital que fue nombrada TRANSIT, a partir de 1973 inició el proyecto que implementó mejoras a esta tecnología. En la actualidad es un sistema que viene integrado en todos los teléfonos celulares y ayuda a millones de personas a encontrar el camino a distintos lugares.
Por otro lado, la comida enlatada se originó alrededor del siglo XVIII cuando el confitero francés Nicolas Appert descubrió que al almacenar ciertos alimentos en frascos de vidrio cerrados herméticamente y hervirlos durante un rato, podían conservarse en perfecto estado. En seguida, Appert creó una fábrica con la que suministró sus tarros a la marina francesa. Ya en 1810, el gobierno de Napoleón solicitó publicar su método a cambio de una gran suma de dinero. Sin embargo, fue otro francés, Philippe de Girard, quien tuvo la idea de usar hojalata en vez de vidrio y llevó la idea a Londres para comercializarla.
Otros ejemplos como el radar meteorológico, creado por la Oficina Meteorológica de Estados Unidos a fines de la Segunda Guerra Mundial, o la penicilina, descubierta y desarrollada por el médico Alexander Fleming durante la Primera Guerra Mundial, también nos entregan una idea de cuáles fueron las prioridades de la ciencia en tiempos de guerra. Sin embargo, en tiempos de paz, estas tecnologías se siguieron desarrollando y se masificaron hasta llegar a muchos más países, llegando a formar parte del uso cotidiano.
Pese a todo lo anterior, han existido en la historia casos de científicos y científicas que han dedicado sus vidas para ayudar a la humanidad, a salvar vidas y mejorar el mundo en el que vivimos.
Con el avance de las grandes guerras también surgieron científicos que se opusieron a la violencia y se adhirieron al movimiento pacifista.
Uno de ellos fue Linus Pauling, químico estadounidense que estudió el impacto de la radiactividad sobre los organismos, llegando a publicar 650 artículos sobre el tema. Su preocupación lo llevó a convertirse en un activista contra el uso de armas nucleares durante los años sesenta.
A lo largo de su carrera hizo numerosos aportes en diversos campos científicos, especialmente en química, desde libros extensos hasta artículos breves, pero sus investigaciones sobre la naturaleza del enlace químico fueron la razón por la que se le otorgó el Premio Nobel de Química en 1954.
Otra línea de investigación que desarrolló junto a otros científicos demostró que el principal responsable del smog fotoquímico de las ciudades eran consecuencia de las emisiones de los automóviles. Esto lo convirtió en uno de los primeros científicos en tratar de desarrollar un coche eléctrico.Con todo esto y más, el segundo Premio Nobel que Linus Pauling ganó en 1962 no fue por sus contribuciones a la ciencia, sino por su lucha contra la carrera de armas nucleares entre Oriente y Occidente y lo recibió oficialmente al año siguiente, en 1963. Es una de las cinco personas que han ganado un Premio Nobel dos veces hasta la actualidad. La primera fue la doctora francesa Marie Curie, cuyos aportes a la medicina y a la física son un símbolo de esfuerzo y búsqueda incansable.
Tras conocer el impacto y las consecuencias de las bombas nucleares lanzadas por Estados Unidos en Japón, Linus Pauling se posicionó en contra de la carrera armamentística nuclear. Su decisión fue tan firme que llegó incluso a rechazar el puesto de jefe de química del Proyecto Manhattan que el mismo J. Robert Oppenheimer, líder de la parte científica de la operación Manhattan, le ofreció. Este proyecto, del que muchos científicos estadounidenses formaron parte, fue el responsable de crear las primeras bombas atómicas que generaron daños irremediables en Hiroshima y Nagasaki.
Fue protagonista destacado de campañas y manifiestos pacifistas, contra las pruebas nucleares o de llamada al diálogo, incluyendo el Movimiento Pugwash, una serie de conferencias ocurridas en la ciudad de Pugwash, en Estados Unidos, a las que asistieron veintidós científicos de todo el globo terráqueo.
Estas conferencias fueron consecuencia del manifiesto Russell-Einstein, texto redactado por Bertrand Russell, filósofo y matemático inglés, y apoyado por Albert Einstein, firmado en Londres el 9 de julio de 1955. Este manifiesto hizo un llamado a todos los científicos para que tomaran conciencia de los peligros de las armas nucleares.
El Movimiento de las Conferencias Pugwash se convirtió en una corriente de opinión entre numerosos científicos que buscaron generar conciencia sobre el peligro de las armas nucleares y jugó un rol primordial en la difusión del sentido de la responsabilidad social y moral por la aplicación de los conocimientos científicos.
Pese a que la idea fue convocada por Bertrand Russell, se ha destacado enormemente el trabajo de otro fundador, director y tenaz animador del Movimiento Pugwash, el físico polaco Joseph Rotblat. Aunque participó, como muchos otros físicos eminentes, en el proyecto Manhattan decidió renunciar tras conocer las intenciones militares de usar las bombas nucleares de manera ofensiva. Se retiró del equipo de trabajo en 1944 y dedicó el resto de su vida a combatir la producción de armas nucleares. Gracias a esto, Rotblat y las Conferencias Pugwash sobre Ciencia y Problemas Internacionales fueron condecorados con un Premio Nobel a la Paz en 1995.
Este año, el lema propuesto por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para celebrar el Día Mundial de la Ciencia por la Paz y el Desarrollo es “generar confianza en la ciencia”. En su página oficial, mencionan lo siguiente:
“La ciencia sólo puede asumir plenamente su papel en la configuración de nuestro futuro colectivo si genera confianza. De hecho, es la confianza en la ciencia lo que impulsa el desarrollo y la aplicación de soluciones basadas en evidencia para resolver los múltiples desafíos de nuestro mundo”.
Además, reconocen que esta confianza es una cuestión compleja que afecta a la forma en que trabajan los científicos y también cómo la sociedad percibe a la ciencia. Por último, desde la UNESCO reconocen el rol que la ciencia tiene en la toma de decisiones políticas y en el apoyo social para su implementación.
Un ejemplo cercano de cómo los inventos científicos se implementan en la vida diaria de todas las personas es la vacuna de la hepatitis B, desarrollada por el bioquímico chileno Pablo Valenzuela en 1986. Esta vacuna ofrece desde un 95% hasta un 100% de protección frente al virus de la hepatitis B. En la actualidad, esta enfermedad sigue siendo una gran carga para la salud pública y una de las principales preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) pero fue esta misma institución quien calificó este descubrimiento como la primera vacuna preventiva de un cáncer y ha implementado planes y campañas de vacunación recomendando su uso abiertamente.
Los orígenes de muchos de los inventos que hoy en día usamos despreocupadamente nos ayudan a reflexionar sobre los distintos usos que la ciencia ha tenido. Sin embargo, ninguno de ellos sería posible sin entender esta disciplina como una enorme colaboración entre científicos y científicas de todo el mundo que han puesto sus conocimientos en el ojo público esperando aportar al transcurso de la humanidad, cada uno a través de su propio tema de interés.
La ciencia como la conocemos sería imposible sin los millones de aportes que han hecho personas desde hace siglos y que siguen haciendo todos los días. En la actualidad, acceder a estos conocimientos se ha hecho cada vez más rápido y sencillo, por lo que ahora es más importante que nunca pensar en una forma de hacer ciencia que, más allá de la competencia y el beneficio económico, pueda tomar un rol social que nos oriente hacia un mejor porvenir para todos los seres vivos que convivimos en el planeta Tierra.