Cuando entendemos la pregunta por la mediación o por el desarrollo de públicos, entendemos que lo que pueden hacer los museos o espacios culturales es un acto de resistencia democrática. Porque un acto de resistencia no es solo un trabajo que se puede hacer acá en Chile, sino que sobre todo en un contexto general de lo que las sociedades como las nuestras, las sociedades latinoamericanas, están viviendo. Entonces ustedes, mediadores y mediadoras, tienen una misión fundamental para reforzar la democracia.
Recientemente apareció una investigación del centro de estudios Latinobarómetro, que dice cosas bastante importantes y que me parecen clave de discutirlas en un contexto como este. Este informe lo que hace es contarnos la percepción que tienen los distintos países Latinoamericanos sobre la democracia. Y esto es importante, porque habla de la pregunta de la percepción que tenemos los ciudadanos de este sistema de convivencia. Y lo que dice el informe, y de hecho su título, es que hoy en día, y radicalmente en el último tiempo, estaríamos en una “recesión democrática”.
Dice el informe que en la última década no solo hemos vivido un deterioro continuo y sistemático de la democracia y sobre todo demuestra que el autoritarismo, o más bien la pérdida del apoyo que tiene la sociedad sobre la democracia, se está viviendo peor que nunca: si bien el 48% de la población respalda la democracia, hace una década atrás era el 63%. Pero fíjense en la cifra que viene después, que es más radical: un 28% de la población latinoamericana es indiferente a cualquier forma de gobierno; hace una década atrás este valor era la mitad. Es más, casi 1 de cada 4 chilenos y chilenas cree que da lo mismo la democracia o cualquier otra forma de gobierno. Sumado a ello, la cifra del último tiempo dice que el 15% de los chilenos prefieren o estarían dispuestos a apoyar a un gobierno autoritario por sobre un gobierno democrático.
La pregunta por la democracia no solo se hace en el Parlamento, sino que sobre todo en los espacios museales y culturales como estos.
Muchas veces pensamos que estas cifras nos pueden parecer que están fuera de nuestro orden de problemas o lo consideramos como algo que puede ser prescindible para discutir en un museo como este; sin embargo, creo que tiene que llevarnos a sentir que esta es una responsabilidad también de ustedes, mediadoras y mediadores. La pregunta por la democracia no solo se hace en el Parlamento, sino que sobre todo en los espacios museales y culturales como estos. Están quedando cada vez menos espacios culturales. Si ustedes ven las cifras estadísticas, y hace poco salió un informe en Estados Unidos, probablemente no volvamos a tener el índice de participación o consumo cultural que se tenía antes de la pandemia, es decir, que las personas no están volviendo a usar estos espacios como se hacía previamente a la pandemia. Estadísticamente hablando, la gente está yendo menos a los museos, muchísimo menos a la danza, está leyendo cada vez menos libros.
Si uno ve estas cifras ve que a pesar de todos los esfuerzos que podemos hacer para atraer o desarrollar públicos, el gran desafío y problema que tenemos como mediadores y mediadoras, es que cuando ejercen su trabajo de mediación no es solo para que el visitante pueda descubrir algo sobre la ciencia o el conocimiento, sino que sobre todo, hacerse la pregunta fundamental de cómo podemos contribuir a retomar el valor por la democracia, el valor por lo social, el valor de poder vivir juntos en una sociedad cada vez más compleja. Es un desafío que la mediación tiene en su complejidad, en su lógica y en su profundidad.
La mediación no va a poder hacer un cambio estructural o radical. Pero acá me gusta mucho utilizar la metáfora de la homeopatía, que es ingerir una pequeña cantidad de “veneno”, con la idea detrás de que en esa dosis tan pequeña comienza a producir un cambio de respuesta en el sistema inmune frente a las enfermedades. Yo creo que la mediación es un poco eso, es un pequeño gesto, una pequeña intervención, donde pueden introducir a las y los visitantes un momento que es capaz de generar un cambio en su forma de poder sentir, percibir o imaginar el mundo.
Yo soy un convencido de que los espacios culturales son esferas públicas, deliberativas, y cuando entra alguien a este lugar lo que está haciendo es un acto único y sobre todo de resistencia, resistencia a lo que se ha denominado últimamente como la “aceleración de los tiempos sociales”. Hoy en día lo que estamos viviendo los ciudadanos y ciudadanas, después de la pandemia especialmente, es que nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestra bióloga, está permanentemente experimentado un proceso de aceleración social. Según Hartmut Rosa, cada vez vivimos más rápido en la sociedad, con mayor nivel de aceleración de nuestros tiempos biológicos. No solo vivimos más, no solo trabajamos más, no solo tenemos que movernos más, no solo nuestro tiempo y percepción de vida es más limitado: nuestro tiempo libre también es cada vez más escaso. Estamos viviendo una aceleración creciente y permanente de nuestras vidas: ¿Cuál es la respuesta que tenemos a esto? ¿Cuál es el remedio a esta experiencia nos señala Rosa? ¿Cuál es la forma que tenemos como sociedad de desacelerar la vida? Es justamente en este tipo de lugares, en este tipo de acciones que ustedes están haciendo con la mediación.
¿Qué es lo que produce una mediación como esta? Produce una afección, dice la teoría de Rosa. Y la afección tiene una vinculación con la idea de afecto. Ustedes saben que etimológicamente también la afección viene con la idea de “afectar”. Es decir, cuando uno afecta algo, tiene que ver con la relación de afectividad con ese fenómeno. ¿Qué es lo que hace la mediación? Afección. Es decir, la única forma que tenemos para tener un remedio a esta “enfermedad”, es que algo me afecte desde el exterior de mi mundo. Se dice que este tipo de experiencias es una afección. Efectivamente es que algo fuera de mi me afecta en mi idea, en mi imaginario, en mis sueños. Segundo: la mediación produce una autoeficiencia, dice también la teoría. Es decir, el sujeto afectado se siente, a partir de esta afección, capaz de poder responder, de poder reaccionar, es decir, volverse activo con la afección de una experiencia que lo ha sacado de la aceleración. Esto implica, como tercer punto, una transformación. Y es que esta intervención que has vivido aporta algo nuevo en tu vida, pero sobre todo te permite cambiar tu papel, tu rol, tu identidad como individuo, cuando has vivido algo que te ha generado una afección en tu nivel afectivo, pero sobre todo emocional.
Lo más lindo de esto, y que es lo que produce la mediación, es que no es planificable. Siempre es indisponible, se dice en teoría. Es decir, ustedes pueden programar, ordenar, organizar, pero nunca vamos a saber qué cosa, qué detalle, qué elemento o qué acción va a producir esta afección. La mediación, al no saber cuál de estas acciones que están aquí dando vuelta, puede producir, es la tarea y obligación que todo mediador tiene que tener siempre en consideración.
Nunca vamos a saber cuándo vamos a cambiar biografías, pero sí podemos saber que en un momento podemos afectar, es decir entregar afecto, y cambiar la biografía de un individuo. Sin embargo, en algún momento se va a gatillar y eso es lo importante que tienen los mediadores y mediadores. No sabemos cuándo, pero sabemos que se hace. Y eso es un acto de resistencia, para la democracia.
(*) Tomás Peters es Sociólogo, Magíster en Teoría e Historia del Arte y Doctor en Estudios Culturales por el Birkbeck College, University of London. Actualmente es profesor de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Durante 2022 y 2023 fue presidente del directorio del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) de Santiago de Chile.