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Cueca, ciencia y naturaleza

Margot Loyola decía que la cueca es un diálogo constante entre las fuerzas de la tierra y el cielo. Samuel Claro, destacado musicólogo, afirmaba que esta expresión interpreta y trata de reproducir la perfección del universo. Y del mismo modo, Héctor Parada, autor de “La cueca y algo más”, señala que refleja ese orden inmutable, como una síntesis final y condensada de la interpretación de las leyes del cosmos.

Estas definiciones, aunque suenen bastante poéticas, responden a una línea clásica del estudio de nuestro baile nacional; y no dejan de ser interesantes porque lo dotan de una dimensión científica, a la vez que casi espiritual, conectada con el cosmos y con la naturaleza.

“Está la relación con la tierra, esa conversación con la tierra, en la escritura de los bailarines a través de los pasos, de las vueltas o la media vuelta, del zapateo o el escobillado. La cueca está considerada como las danzas de tierra y tiene que ver con ese querer conversar con ella, bailar sobre ella. Y también el cielo, está el llamado del pañuelo, que simboliza muchas cosas, pero también es un llamado al viento, el que también es convocado en esta danza. La cueca convoca a las fuerzas de la tierra y del cielo y uno está ahí en el medio”, comenta Natalia Contesse, compositora, cantautora e investigadora de la cultura tradicional chilena.

En el libro “Chilena o cueca tradicional”, uno de los mayores estudios sobre la cueca que se haya realizado, escrito por Samuel Claro y basado en la visión del cultor de este baile, Fernando González Marabolí, se plantea por ejemplo que el desarrollo musical de su poética tiene relaciones numéricas vinculadas con la tabla de multiplicar del ocho, que a su vez están basadas en la observación de los elementos de la naturaleza, los astros y el cuerpo humano. Este número, que es clave en la cueca, está compuesto por dos ruedas unidas, así como ellas existen en las esferas celestiales, en nuestros dos ojos o en la guitarra que acompaña el canto.

“Las ideas de Marabolí son ideas muy clásicas de la música, en relación con las matemáticas. Recordemos que los griegos pensaban que las artes se organizaban en las artes liberales y no liberales, y en las liberales están las matemáticas, la astronomía y la música, o sean hay una relación matemática que se puede ver en el cosmos y eso se ve reflejado en la cueca, en la perfección del canto a la rueda y en otras cosas particulares que hacen referencia al círculo, pero todo esto es una relación abstracta”, relata Christian Spencer, Director del Centro de Artes y Humanidades de la Universidad Mayor y director del Núcleo Milenio en Culturas Musicales y Sonoras (CMUS).

Christian Spencer, Director del Centro de Artes y Humanidades de la Universidad Mayor

 

Para el investigador, posiblemente una de las personas que más sabe de este tema en el país, hay tres maneras en que se puede establecer una relación entre la cueca y la naturaleza: A partir de la iconografía, de los textos y de los imaginarios.

Desde la iconografía hay un vínculo bastante fuerte con la naturaleza: “Una parte importante de la pintura del siglo XIX suele representar los bailes de zamacueca en trabajos que incluyen paisajes y naturaleza. Aparecen árboles, la pampilla, paisajes. Y eso se debe a que la mayor parte de los bailes de la zamacueca (de donde se origina la cueca) se hacían en las chinganas, que eran las equivalentes a las fondas o ramadas, que se hacían con ramas de distintos árboles, dando presencia de la naturaleza, algo que es característico del romanticismo. La urbe comienza a perder ese contacto con lo natural, la naturaleza entonces se trae a la ciudad”, comenta el investigador de la Universidad Mayor.

En este sentido, hay varios cuadros que destacan en esta relación cueca-naturaleza; y entre los principales están “La Zamacueca” (1872) de Manuel Antonio Caro, y “Una Chingana” (1854), obra de Claudio Gay, naturalista y pionero de la ciencia en Chile, que representa esta celebración típica del siglo XIX y donde claramente hay una intensión de vincular el baile con la naturaleza.

 

"Una Chingana” (1854). Grabado. Obra de Claudio Gay.

“Esta relación también se fundamenta iconográficamente en la narración entre un cuerpo que posee libertad y esa libertad está asociada a la naturaleza. Es la oposición entre el cuerpo como desenvuelto en el espacio público y el cuerpo atado por la ciudad, que es un espacio cerrado”, explica Spencer.

Desde “Los Lagos de Chile”, de Petronila Orellana; a “Décimas al Agua”, de Natalia Contesse, son muchas las creaciones que hacen referencia a nuestro entorno natural. Y es que pareciera que la música y su potencia melódica genera tentáculos invisibles y sonoros, para poder conversar con otras especies, con lo que nos rodea. “Si yo le canto al agua puedo entrar en el agua y tener una conversación con ella, la música permite conversar y conocer a otras especies. Si le canto al agua o al cosmos o a un bosque nativo, en esa experiencia puedo entrar y conocer el bosque. Esa invitación hago a través de mi trabajo. En mi trabajo invito a volver a restablecer, a través del canto, la conversación con la naturaleza y el derecho a volver a cantar relacionándonos afectivamente con aquello a lo que le cantamos”, comenta Contesse respecto de las múltiples referencias a elementos de la naturaleza en sus creaciones.

Si pusiéramos sobre una mesa todos los textos que se han escrito sobre cueca, nos daríamos cuenta que lo que se ha dicho sobre ella obedece a una época concreta, a un conocimiento particular, producido bajo los conceptos y maneras de entender la sociedad de ese momento. Sin embargo, también hablan de un imaginario. Y es que la cueca evoca una memoria, “es un modo de describir y relacionar elementos, de activar la imaginación”, explica en uno de sus estudios Spencer.

La cueca, al tener un texto que es literal y simbólico, suele asociarse con un sinfín de elementos. En términos generales, la intelectualidad chilena, en particular la literaria y poética, que en Chile ha tenido mucho peso sobre todo en el siglo XX, ha destacado la relación de los textos de la cueca y de los imaginarios que esta posee, con las zonas geográficas del país. Esto lleva a tener una comprensión geográfica de esta danza, que la conecta con la naturaleza: la cueca nortina es del desierto, con su paisaje, minerales; la cueca chilota es el frío, lluvia, lana; etc.

La cueca es una fuerza telúrica, un sentimiento, algo tan grande que resulta difícil de abordar en toda su dimensión y significancia. En el libro de Marabolí esto queda patente. Aquí se menciona que las relaciones de movimientos de los planetas configuran una verdadera escala musical que, por su armonía matemática, lleva a teóricos y filósofos a pensar que habría una música de las esferas celestes, inaudible para los seres humanos por la gran distancia a que se originaba.

“Es un lenguaje multifacético, un soporte generosísimo, se baila, se escribe, se toca, se lee, se siente; en sí misma permite muchas cosas. En su estructura es corta, musicalmente dura muy poco, pero es gigante”, culmina Natalia Contesse.

 

Décimas al Agua
Canción de Natalia Contesse

¿Cuántos serán los senderos
Que se abren sobre la Tierra?
Ya se acaba nuestra guerra
Renace lo verdadero
Van batallando serenos
El puma con la cascada
Sus cantos son llamaradas
Que han guardado los misterios
Alientos en cautiverio
Hoy, nos permiten la entrada
Ay, ay, ay, sí, sí, sí
Ay, ay, ay
El agua no tiene bandos
Brillan sus miles de versos
Con o, tal vez, sin esfuerzo
La vida va levantando
El copihue está rezando
Con el rojo de las sangres
Ha guardado en sus estambres
El arte y sus recorridos
Por eso, al agua le pido
Que sacie todas las hambres
Ay, ay, ay, sí, sí, sí
Ay, ay, ay
Siempre un bello horizonte
‘Tá esperando por nosotros
Corramos como los potros
Por las laderas de un monte
Y que el futuro se apronte
Hemos pulido los sueños
El agua no tendrá dueños
Y correrá en alegría
A un pueblo con valentía
Regalará sus diseños
Ay, ay, ay, sí, sí, sí
Ay, ay, ay