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Del Sputnik 1 al presente:
Un viaje espacial que cambió la vida humana
Por Ana María Muñoz

Desde que los humanos caminan en la Tierra, se han registrado numerosos eventos que han cambiado nuestras formas de vida, pero pocos de ellos han expandido nuestras fronteras tan rápido y tan exponencialmente como lo que ocurrió en el año 1957, un 4 de octubre.

Ese año, la Unión Soviética marcó un antes y un después en la historia de la exploración del sistema solar, cuando lanzó al espacio el primer satélite artificial que orbitó la Tierra, el Sputnik 1. Así inició lo que científicos de todo el mundo han nombrado la era espacial.

Este satélite era una esfera brillante de aluminio que en su interior llevaba instrumentos para medir la temperatura en la capa externa de la atmósfera. Tenía 58 centímetros de diámetro y tenía cuatro antenas de casi tres metros de longitud, además de dos transmisores de radio que emitían una señal continua que podía escucharse por radio operadores en todo el mundo.

Durante veintiún días, personas de todo el globo terráqueo pudieron escuchar un sonido parecido a un beep que sólo se apagó cuando la batería de este sistema se agotó. Afortunadamente, este es uno de los sonidos del pasado que han logrado registrarse para permitirnos escucharlo incluso ahora, sesenta y seis años después.

 

Sin embargo, la búsqueda de conocimientos no fue lo único que impulsó este gran logro. El lanzamiento del Sputnik 1 fue el primero de una larga lista de inventos que formaron parte de la carrera espacial que protagonizaron la Unión Soviética y Estados Unidos, dos superpotencias mundiales que intentaron demostrar todo su poder, influencia e inteligencia a través de una nueva trinchera, la del espacio exterior. Esta carrera tecnológica por alcanzar el control estratégico del universo más allá de la estratósfera, fue una más de las maneras en que ambas naciones se enfrentaron durante la Guerra Fría.

Esta disputa también se retrató a través del arte, la prensa, la publicidad y la propaganda de ambos bloques. En aquellos años, conseguir el dominio ideológico y político por sobre otros países, e incluso sobre el propio, era un asunto clave para la URSS y Estados Unidos. La opinión pública se convirtió en otro territorio de conquista. Es por esto que las imágenes y el arte referido a la carrera espacial se hizo con un marcado tono político en el que lo importante era mostrar la superioridad de la tecnología con la que contaba cada potencia.

Las ilustraciones a continuación nos muestran cómo el antagonismo entre las dos inclinaciones políticas a las que se adhirieron Estados Unidos y la URSS (el capitalismo y el comunismo, respectivamente) influyeron en la manera en que las personas comprendieron el transcurso de la carrera espacial.

 

La Guerra Fría, que inició alrededor del año 1947 y se extendió hasta la Caída del Muro de Berlín en 1991, se caracterizó por una pugna política que dividió el mundo en dos. Aun así, la carrera espacial impulsó la enseñanza y la comunicación de la ciencia a través de una competencia en la que las capacidades técnicas y de investigación sin precedentes. El fenómeno duró poco más de un decenio y tuvo otros dos hitos destacados: la puesta en órbita de un ser humano, el soviético Yuri Gagarin, en 1961, y la llegada de Estados Unidos a la Luna, en 1969.

Hoy se estima que hay más de tres mil satélites en funcionamiento en distintas órbitas. Sin embargo, los conocimientos que los científicos y científicas de la carrera espacial consiguieron han aportado no sólo a tecnologías en el área de la astronomía y la ingeniería.

Actualmente, existen muchos ejemplos de cómo estos descubrimientos han ayudado a otras disciplinas a progresar. Uno de ellos es el invento del primer termómetro aural, que se originó a partir de las mediciones de temperatura con infrarrojos de las superficies de las estrellas. En sus inicios, el Laboratorio de Propulsión de la NASA (el JPL, Jet Propulsion Laboratory) usó este instrumento para misiones que requerían de este tipo de mediciones (una de ellas es por ejemplo el IRAS, Infrared Astronomical Satellite). Así, del mismo modo que estas sondas miden la temperatura de estrellas y planetas interpretando los infrarrojos que emiten, el termómetro aural mide la del oído, evitando la contaminación cruzada que ocurría con los termómetros antiguos.

Por otro lado, los avances de la astronomía en cuanto a robótica, electrónica y actividades extravehiculares (realizadas fuera del entorno de una nave, de una estación espacial o módulo de descenso) se han usado para diseñar prótesis más cómodas y eficientes, incluyendo nuevos materiales y tecnologías.

Otro ejemplo de este aporte interdisciplinario es la investigación que se ha desarrollado a partir de la búsqueda de mejores fuentes de energía para los satélites. El equipo del Environmental Research Aircraft and Sensor Technology (ERAST) de la NASA creó las células solares de silicio, las mismas que se usan en las placas solares de los paneles fotovoltáicos para generar electricidad sustentable.

Y en esa misma línea medioambiental, la NASA descubrió que la cera de abejas puede utilizarse para limpiar el agua. Esto se logra a través de un proceso llamado microencapsulación, puesto que se utilizan miles de diminutas cápsulas de cera de abejas que atrapan los elementos contaminantes como aceite de motor o hidrocarburos del petróleo. Actualmente se usa en derrames de petróleo para contrarrestar la contaminación de diversas zonas.

La lista es extensa y sigue extendiéndose a medida que se expanden las fronteras del conocimiento científico y tecnológico en la astronomía.

Sobre los próximos desafíos que se han planteado las ciencias relacionadas a la exploración del universo, Bárbara Rojas-Ayala, astrofísica del Instituto de la Alta Investigación (IAI) de la Universidad de Tarapacá afirma que se han puesto en curso muchas misiones cuya meta es llegar a marte “ahí se está desarrollando tecnología interesante que quizás nos permita hacer vuelos o movernos en la misma Tierra de una manera más rápida y quizás más económica, eso podría ser un beneficio para todos, más allá que llevar a un ser humano a marte”.

Otro de los desafíos que la astrónoma mencionó es encontrar un planeta alrededor de otra estrella que sea habitable, que tenga condiciones como la tierra, que nos permitiera vivir en ese lugar.

Para ella, Chile juega un rol importante con la exploración espacial. “Tenemos el desierto de Atacama en donde vienen a probar ciertos robots que han estado en Marte, tenemos las condiciones geográficas, geológicas para hacer estos test. Estos lugares son similares a otros que se pueden encontrar en el sistema solar”, explica. Estos lugares serían análogos a otros planetas en nuestro país, que sirven para probar distintas tecnologías.

Bárbara Rojas-Ayala, astrofísica del Instituto de la Alta Investigación (IAI) de la Universidad de Tarapacá

 

“La astronomía chilena ha crecido exponencialmente dentro de los últimos 20 años. Cada vez hay más investigadores e investigadoras que participan en varias cosas”, comenta Bárbara Rojas-Ayala, quien además considera que los avances de la astronomía desde la carrera especial, como las sondas espaciales y los telescopios ubicados en distintas zonas de la Tierra, han permitido a la humanidad tener ojos en el espacio exterior para conocer lo que está ahí afuera.