Por Ana María Muñoz
“La obra de Lotty Rosenfeld es decisiva, es estratégica. Esperamos que esta muestra recree algo de lo intenso y extenso de su trabajo que va desde las intervenciones urbanas hasta los montajes audiovisuales”, así lo afirmó Nelly Richard, teórica cultural y curadora de arte, en la inauguración de la exposición Entrecruces de la memoria 1979-2020 que tuvo lugar el jueves pasado en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Este evento se realizó en el marco de la conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado y, además, en la fecha en que se celebró el Día de las Artes Audiovisuales, que es justamente el campo en el que la artista Lotty Rosenfeld dejó su marca simbólica y física, a través de grabaciones, fotografías y montajes en los que archivó las intervenciones que realizó en las calles de diversas ciudades del mundo.
La exhibición representa una retrospectiva de las obras más importantes de Rosenfeld, además de integrar documentos rescatados de los distintos colectivos de los que formó parte y extractos de prensa de la época. Todo esto con la intención de destacar el rol social y político que cumplió su arte en la década de los ochenta, en plena dictadura.
Esta recopilación fue el resultado de un significativo trabajo colectivo liderado por la curadora Nelly Richard y la investigadora Mariairis Flores. Para iniciar este evento, la directora del Museo Nacional de Bellas Artes, Varinia Brodsky, destacó la larga trayectoria de la artista, quien formó parte del grupo Colectivo Acciones de Arte (CADA) fundado en 1979, participó en el colectivo feminista Mujeres por la vida y realizó, a lo largo de su vida, más de 70 obras para denunciar las lógicas autoritarias de las instituciones e interpelar la forma en que ejercen el poder sobre los distintos espacios de las sociedades.
Carlota Eugenia Rosenfeld Villarreal comenzó su carrera artística a través de la técnica del grabado, tras estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, a finales de la década de los sesenta. No obstante, las condiciones sociopolíticas de la Dictadura cívico-militar en Chile la llevaron, como a muchos otros artistas en aquellos años, a crear formas de arte en las que lo principal era resistir frente a la violencia, las prohibiciones y las injusticias por parte de las autoridades.
Su compromiso con el arte de protesta la llevó a realizar intervenciones en el espacio público, arriesgándose a la censura y a la persecución política. Uno de sus trabajos que, hasta la actualidad, sigue formando parte de la memoria visual y de los símbolos de la resistencia en dictadura, fue Una milla de cruces en el pavimento (1979), performance en la que entrecruzó las líneas de tránsito de la Avenida Manquehue con tiras de tela blanca que pegó perpendicularmente, formando una milla de cruces en las calles.
Una milla de cruces en el pavimento (La Moneda, 1985). Crédito imagen: Fundación Engel
Este acto representó una desobediencia no sólo a las señales de tránsito y a su normatividad, sino que también significó una irrupción en los espacios públicos, alterando la vida cotidiana de los transeúntes que se encontraban en el lugar. La acción, además de ser difundida a través de fotografías y videos que la misma Lotty Rosenfeld produjo, fue reproducida en otros lugares del mundo en los que existiera una carga histórica y política. Por ejemplo, frente a la Casa Blanca en Washington y el Arco del Triunfo en París.
Así, sus cruces se convirtieron en emblemas que formaron parte de las consignas de distintas protestas, carteles y movimientos de oposición a la Dictadura, pero también las del feminismo, convirtiéndola en una precursora en distintos universos ligados a la lucha social.
Dentro de las personas que asistieron al evento se encontraba también Carolina Pérez, Subsecretaria de Patrimonio, quien se sumó a los discursos que homenajearon a Rosenfeld destacando su trabajo como un espacio que nos invita a hacer preguntas sobre lo que significa poner límites al avance de la represión y proteger aquellos núcleos de resistencia que luchan por la libertad, especialmente a través del trabajo colaborativo, algo que siempre estuvo presente en la obra de Lotty Rosenfeld, quien falleció en el año 2020.
Finalmente, Alejandra Coz, hija de la artista y directora de la Fundación Lotty Rosenfeld, quiso conmemorar el legado de la activista contando cómo fue para ella crecer rodeada de distintas expresiones de arte en un contexto donde lo distinto era perseguido. La vergüenza y el miedo la impulsaron a intentar esconder la forma de vida que ella y su familia llevaban. Pese a eso, comenzó desde joven a acompañar a su madre en distintas intervenciones y propuestas durante toda su vida y hoy, junto a su hermano Ramón Coz Rosenfeld y el resto de personas que conforman la Fundación Lotty Rosenfeld, busca mantener vivo su legado.
En esa línea, Alejandra Coz compartió una reflexión en la que afirmó que la consigna que Rosenfeld utilizó a lo largo de su vida fue “esta línea es mi arma. La línea fue su obsesión. La frontera, el margen, la delimitación, la marca”. Una obsesión que la entregó una herramienta de protesta que podía realizar en silencio y sin estridencias, a vista y presencia de todos y todas, incluso de las autoridades.
“Al cruzar las líneas segmentadas de la calle, Lotty Rosenfeld no sólo hace una milla de cruces, sino que también parece estar suturando una herida. Sutura, cruza y revela. Su gesto es un gesto pulcro que se va resignificando con el acontecer de la historia política, económica, social y feminista”, finalizó Coz.
La muestra se encontrará en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 27 de enero del 2024. A continuación, será trasladada a Buenos Aires para ser exhibida en el Parque la Memoria durante el próximo año.