Pascal-Emmanuel Gallet es videoartista, gestor, director y fundador histórico del Festival Franco Chileno de Videoarte y está por estos días en Chile. Su conexión con nuestro país viene de décadas, ya que fue jefe de la oficina de animación cultural de la Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia, durante la dictadura militar en Chile.
Desde esa posición impulsó los Encuentros Franco Chileno de Videoarte, que posteriormente se transformaron en el Festival Franco-Chileno de Videoarte, un espacio de expresión y resistencia en tiempos donde operaba el silencio y que congregó todas las expresiones del audiovisual chileno durante los años ochenta y principios de los noventa.
Por estos días Pascal visitó el MIM y aprovechamos de entrevistarlo para conocer su visión del videoarte en la actualidad, de cómo esta expresión artística puede impactar positivamente en los niños y niñas y cómo se relaciona con los museos, entre muchos otros temas más.
– Usted tiene una conexión fuerte con Chile…
– Mi relación con Chile es antigua, desde que creé aquí un festival de videoarte en 1981 y uno y que lideré desde París en enlace con la Embajada de Francia durante dieciséis años, hasta 1996; así que vine varias veces durante el período de este festival. Y eso empezó en tiempos muy difíciles para Chile. Y luego terminó con una extensión de este festival a toda América Latina y también al norte de Europa, con los países bálticos.
– ¿Cuál es su impresión sobre el Chile de hoy?
– Tengo una impresión contrastante, porque me seduce la modernidad de ustedes, en ciertos aspectos de la vida. Pero a la vez fui a pasar el fin de semana en Valparaíso y me causó espanto la miseria terrible. Es muy impresionante el contraste entre esta miseria y el resultado del reciente plebiscito, donde cuesta entender cómo personas que tanto necesitan otra visión de la sociedad pudieron rechazar esta opción, esta nueva forma de organización. Entonces, todo esto es bastante perturbador (…) Hay una sensación de libertad, pero al mismo tiempo, hay demasiadas cosas que quedan de este pasado y siento que en el liberalismo absoluto tal como se implementó en Chile, se da una forma de dictadura también, la dictadura comercial, la dictadura del dinero, es la que siento se da en Chile. No sé si realmente salimos de la dictadura.
Lo considero (al videoarte) muy cercano al libro. Eso posibilitó formas de expresión y análisis que antes no conocíamos. Por eso tuvo este éxito aquí, porque permitió la libertad y una inventiva que no habíamos conocido hasta entonces.
– ¿Cuáles son los orígenes del Festival Franco Chileno de Video Arte?
– Cuando yo era un joven funcionario en el Ministerio Francés de Asuntos Exteriores, había creado un sector de producción y edición de videos para nuestra red de centros culturales en el mundo, que es enorme, había algo así como 400 centros culturales. Había enviado valijas con selecciones de videoarte francés a varios países y esto, el video estaba partiendo como un arte nuevo. Entonces pensé que podría inducir una nueva forma de arte y yo había mandado esos videos también a Santiago. La difusión del videoarte francés se transformó inmediatamente, y de manera espontánea, con el aporte de los videos chilenos, entonces decidimos cambiar el formato y transformar el festival en un encuentro franco-chileno, llegando a instituirse en un festival muy importante en dictadura. Primero, porque tuvo lugar en un espacio de libertad que era el Instituto Francés. Uno no podía decir nada y de pronto, porque se trataba de un arte nuevo, no preocupabas a nadie y era una oportunidad para los chilenos que no podían expresarse, que ya no tenían los medios para llevar su palabra, para intercambiar sus ideas y pensamientos, darles un espacio de encuentro y efervescencia intelectual. Lo asombroso es que esto ha permitido que toda la generación intelectual del Chile post Pinochet se reencontrara y fue la que formó este festival en particular. Todos los creadores de la campaña del NO a Pinochet hicieron sus primeros pasos en el festival de videoarte.
– En una época en que la gente no tenía derecho a decir lo que pensaba… Pero el videoarte fue una forma de expresarse…
– Sí, porque era un arte nuevo. Y luego eso fue multifacético y no fue solo una expresión artística, también era una expresión social, de debates, de ideas. Fue inicialmente una forma de audiovisual libre, frente al cine, que requería fuertes inversiones y por eso se constituía como una industria cultural en manos del poder financiero. La televisión, por su parte, estaba en manos del poder político y que sus flujos de imágenes no podían compararse con las oportunidades que ofrecía el vídeo, que era la posibilidad de filmar sin límite de tiempo. Permitía informar sobre la realidad, pero también representaba un cambio en la relación del espectador con el audiovisual, ya que podías detenerte en una imagen o retroceder y eso se trasladó al audiovisual, en una nueva dimensión que tiene una cualidad de ruptura, de obsesión, es decir, la naturaleza de la lectura, la dimensión del libro en soporte audiovisual. Lo considero muy cercano al libro. Eso posibilitó formas de expresión y análisis que antes no conocíamos. Por eso tuvo este éxito aquí, porque permitió la libertad y una inventiva que no habíamos conocido hasta entonces.
Se necesita apoyo educativo para que la incomprensión se transforme en curiosidad, luego en análisis y también en placer. Pero el videoarte tiene una ventaja sobre muchas otras formas de arte, es que tiene algo atractivo para los niños, porque conmueve, porque muchas veces es colorido y es otra forma de acercarse al entorno mediático que ellos conocen incluso mejor que nosotros
– ¿Cuál es la relación entre el videoarte y los museos?
– El videoarte y el video en general fue multifacético en su partida. Y luego surgió una forma de videoarte, al que llamamos “mono banda”, que eran cintas únicas que podías ver desde tu asiento. Y luego también hubo un aspecto de instalación, es decir, que podían integrar la dimensión del espacio en el que se difundieron, o un video aislado o asociado a otros medios de expresión artística. Estas dos formas distintas dieron lugar por una parte a obras creadas para los museos y tuvieron cabida en ellos. A diferencia de otras formas de videoarte, como las películas de acción social o las películas de activismo político que no están destinadas a los museos, y de hecho no entraron a estos espacios porque están dedicadas a las luchas sociales. Las primeras que mencioné, precisamente por esa capacidad obsesiva por la lectura, por la contemplación de la obra, fueron absolutamente pensadas como un tablero para una “mono banda” o como una escultura en el espacio. Y como forman parte de las instalaciones que ingresan a los museos, entonces también forman parte del arte de museo. Y ya están radicadas allí en las obras modernas que muchas veces integran el video, no siempre el video solo, sino que el video se interpone entre la obra y otros medios de expresión artística asociados a otras obras.
– ¿Cómo trabajar el videoarte en espacios con niños o para los niños?
– Sí, creo que funciona como con todas las formas de arte. Es necesario presentar las obras completamente desnudas para que los ojos de niños y adultos queden sorprendidos y conmocionados. Así que primero debe haber un conflicto. Se necesita apoyo educativo para que la incomprensión se transforme en curiosidad, luego en análisis y también en placer. Pero el videoarte tiene una ventaja sobre muchas otras formas de arte, es que tiene algo atractivo para los niños, porque conmueve, porque muchas veces es colorido y es otra forma de acercarse al entorno mediático que ellos conocen incluso mejor que nosotros. Quiero decir, ellos nacen con dispositivos, con medios, y de pronto se les hace descubrir otro uso para estos medios, y este descubrimiento puede ser muy importantes para ellos. Por esto, creo que es muy importante darles acceso al videoarte desde muy temprano, para que esto les permita distanciarse de estos instrumentos en los que están un poco ahogados y donde corren el riesgo de perder la conciencia del mundo. Al mismo tiempo, esto puede ser muy, muy atractivo, pero definitivamente hay una necesidad de apoyo pedagógico.
– ¿Cómo se piensa esa mediación, en el contexto de los museos, en el video arte?
– A esto me refiero: necesitan apoyo, se necesitan mediadores que conozcan el trabajo y que conozcan a los niños. Pero eso funciona como cualquier obra de arte, hay que poder señalar los detalles de la obra a los niños que les permitirá penetrar en el espíritu de la obra. Hay que elegir las obras, se necesita cuidar la elección para el primer contacto. No todas las obras resultan favorables para la mediación educativa en un museo. Por ejemplo, hacer un recorrido con niños por el Museo del Louvre para mostrarles las alas históricas, sin embrago, podemos hacer la misma acción pedagógica con obras de videoarte que, aunque disponen de un aspecto lúdico sin duda apto para niños, es un error pensar que solo es divertido.
– ¿Qué le dirías a los niños que en el futuro quieran dedicarse al mundo audiovisual?
– Que deben ser muy valientes. muy persistentes, y no pensar solo en hacer dinero. Que no se ahoguen por la facilidad instrumental. Ahora la facilidad se ha convertido en un impedimento, ya que mantener la distancia es a la vez lograr un acercamiento al mundo. Es esta distancia la que permite la representación. Entonces, tienes que desarrollar una cultura real, lo que significa ver no solo videos, sino todas las formas de arte. También leer mucho y amar el mundo, pero también protegerlo, cambiarlo y contribuir su representación como lo hacen todos los artistas verdaderos y también amar la razón. Pero, sobre todo, mucho coraje y mucha persistencia.