Las naciones originarias del territorio que hoy es conocido como Chile, conocen con precisión la relación entre el Sol, la Tierra y los diversos cuerpos celestes, y en diversos puntos de Sudamérica -o Abya Yala en lengua amerindia-, se celebra transmitiendo a sus comunidades los tiempos de las siembras, cosechas, viajes y ceremonias, mediante canciones, bailes, historias orales, dibujos y esculturas.

Machis, hueyes, chamanes y otras sabias, sabios; conocen el lenguaje y ciclos del Sol, la Luna, los movimientos y conductas de animales e insectos, el crecimiento de los hongos, los comportamientos imperceptibles de los habitantes del mar, el vuelo de las moscas, mariposas y abejas, incluso el de las nubes, el sonido del viento y de las olas chocando en el mar. Como nos contaba Galileo Galilei, comprenden que la naturaleza es un gran libro abierto, y nuestra misión es aprender su lenguaje, en un delicado equilibrio que se ubica entre la razón y la intuición, y en el amor por el conocimiento.

En invierno también comenzamos un viaje interno. Hacemos una pausa y recuperamos fuerzas para seguir desde una necesaria autocontemplación. Es un tiempo para buscar refugio y abrigo, tiempo de calma. Nos reunimos, congregamos, estamos más cerca, para reflexionar sobre nuestras vidas, para continuar con nuevas fuerzas y la mente despejada. Es un rito aprendido de la flora, la fauna y la funga. Reconocer este momento desde la visión de las naciones originarias, en conjunción con las ciencias y las artes, nos entrega un contexto rico en contenidos y relaciones para leer nuestro entorno, y retornar hacia una relación más armónica con la tierra, nuestro entorno y nuestros cercanos. Reconocer que somos parte de la naturaleza, y no seres con el derecho a dominarla.

Contemplar, aburrirte, defender nuestro derecho a la pausa, a ver el tiempo de una forma más lenta, a no hacer nada, y encontrar en esos instantes de tranquilidad la calma para asimilar, por ejemplo, que la Tierra viaja por el espacio a 100 mil kilómetros por hora.

Comprender en estos momentos de ocio que vivimos en una comunidad diversa, por diferentes especies que cohabitamos nuestro planeta, y que el respeto mutuo, la amistad, la ternura y la sana vida colectiva, la reconexión con las capas más sensibles de nuestro entorno son fundamentales para una existencia más equitativa y feliz.

El invierno nos congrega, nos permite estar juntos, entender el punto de partida de distintos ciclos de nuestra vida, el inicio de nuevas búsquedas, espacios para reflexiones profundas, para compartir y celebrar.

Inspirados en esta condición surge Invernal, encuentro donde las artes y las ciencias se ponen al servicio de la naturaleza, para invitarnos a reflexionar y poner en práctica la regeneración de nuestra vida común, queremos invitarles a venir al MIM, a compartir con ustedes un espacio para estar juntos, conversar, a aprender, a vivir experiencias, a generar un nuevo «estar juntos y juntas».

En este contexto revisaremos diversas tácticas y estrategias para sintonizar con nuestro entorno, y rendiremos homenaje a la unión de las sabidurías antiguas, a la naturaleza, y a las infancias, celebrando la consagración del invierno.