Año 2005, un barco lleva hasta el Archipiélago de Juan Fernández un cargamento muy poco convencional: una selección de módulos interactivos del MIM. Tras arribar, se instalaron en el entonces Colegio Municipal, lugar que 5 años más tarde fue arrasado por el tsunami del 27 F.
Este es solo uno de los episodios que registra la larga historia del Área de Itinerancias del MIM, que a través del programa “MIM en tu región” comenzó a recorrer el país en el mismo momento en que fue inaugurado el museo, en el año 2000, y con un objetivo social muy claro: que la distancia geográfica o la condición social no pueden ser un impedimento para conocer la “experiencia MIM” de acercamiento a la ciencia.
La primera itinerancia se llevó a cabo en La Ligua un 16 de agosto del año 2000, con “El Despertar de los Sentidos”, la que fue visitada por casi 12 000 personas. Desde ese viaje, el museo ha estado en distintos lugares, algunos de difícil acceso o condiciones climáticas como Coyhaique, Isla de Pascua, Putre y Pisco Elqui. Por ejemplo, en este último lugar, el camión que lleva las exposiciones y que tiene 16 metros de largo, tuvo que sortear un complicado camino para llegar a destino.
Mover una exposición con cerca de 20 módulos interactivos, cada uno con su mecanismo, dimensiones y naturaleza particular, no es tarea fácil. Quienes trabajan en el área de Itinerancias deben realizar una complicada labor de coordinación para primero buscar el lugar donde se expondrá y luego resolver la logística que implica su traslado desde Santiago y posterior montaje y desmontaje.
Uno de los desafíos más grandes que enfrenta esta área es encontrar lugares que respondan a los requerimientos de espacio y técnicos que demandan las exhibiciones, que se quedan por cerca de un mes en los distintos lugares de destino. Entre ellos están la necesidad de que la muestra esté a nivel calle, es decir, no en un segundo piso; que no tengan escalones para montar los módulos, que las puertas de acceso sean lo suficientemente grandes para poder ingresarlos o que cumplan con ciertas condiciones eléctricas, entre muchos otros.
Si bien cada muestra viajera tiene una ceremonia de inauguración, con discursos de autoridades, actos artísticos y presencia de la prensa, la cual es coordinada entre el área de Comunicaciones del museo y la contraparte en región; en realidad el trabajo parte mucho antes. Cada exposición toma un período de varios días de preparación, que incluye el montaje (y posterior desmontaje) y la capacitación de asistentes de museo provenientes de la zona, quienes se encargan de la exposición durante las semanas que está alojada en su ciudad.
Pero el esfuerzo vale la pena. Más de 2 millones de personas de regiones han visitado en forma gratuita alguna exhibición del MIM, gatillando reflexiones, generando preguntas y quizás motivaciones en torno a la ciencia en niños y niñas, que por razones geográficas o económicas les imposibilita viajar a Santiago a conocer algo sorprendente, algo que nunca habían visto. De hecho, en algunas muestras hay visitantes habituales, que llegan incluso varias veces durante el día, tal vez porque saben que pasará tiempo antes de volver a ver al MIM en su ciudad.
Otro aspecto del trabajo de Itinerancias es la mantención, mientras funcionan las muestras pueden ocurrir desperfectos u otro tipo de situaciones con algunos módulos interactivos. Cuando eso pasa se evalúa la necesidad de viajar a resolver el problema para que la muestra pueda funcionar normalmente. Uno de los sucesos más extremos sucedió en Coyhaique, cuando se debió montar la exposición en una ciudad que en ese momento estaba completamente cubierta por la nieve.
A final de año, cuando ya se han acabado las salidas a regiones, se hace un levantamiento de los módulos que han fallado, de la gráfica que haya que cambiar o las mejoras que se necesiten en las muestras actuales. Estas llegan de vuelta al taller del museo y se quedan durante todo el verano en mantenimiento, proceso que es apoyado por el área de Exhibiciones y Operaciones del museo.
Llevar una exposición a otros lugares de Chile es realmente trasladar un pedazo del MIM. No importa el lugar, la condición climática o geográfica. El desafío que mueve a esta área del museo es, contra viento y marea, llegar a todos los rincones de Chile con una manera distinta de mostrar la ciencia del mundo que nos rodea.